jueves, 6 de septiembre de 2012

¿Qué mas quieres que te diga?

¿Que me acuerdo de ti todos los días? ¿Qué me conformaría con que tu me recordaras tan solo una vez a la semana? Porque la verdad, dudo que lo hagas. Supongo que esa es la diferencia entre tú y yo: tú estás viviendo tu presente, vives deprisa, yo vivo lento, atascada en el recuerdo. Nada de lo que digas podrá cambiar este pensamiento, y tampoco nada de lo que hagas. Como si otra vez te pones delante de mi portal a besarte con la rubia esa, y por la noche vienes a llamarme al timbre, borracho, a decirme que lo sientes, que sientes haberte largado sin ni siquiera decir adiós, luego gritas que yo nunca fui nada y que tú solo fuiste un inmaduro, un prepotente, un animal... Nada puede hacer que deje de pensar en ti. Ni los besos de ése ni de aquel, ni las noches de fiesta, de borracheras, de lloros, de cine ni de lecturas. Ni romper nuestras fotos, borrarte del Tuenti, ni mucho menos cerrar los ojos cuando por "casualidad" nos encontramos. No me importa que no me saludes por la calle, tampoco que todavía me llamen cornuda y mucho menos me importa que me llames pesada o loca, y que luego a solas me beses. En realidad todo eso es invisible porque existes tú. Tú y esta puñetera obsesión que tengo con tu sonrisa de niño estúpido y malcriado: y como me esta afectando eso a mi vida. Porque el hecho de ya no poder sonreír me asusta. El levantarme de mi cama solo de pensarlo me cansa, y el estar sin ti, aunque eso a ti te de igual, me mata.

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