La vida está constantemente jugando con nosotros: con nuestros sentimientos, con las personas a las que queremos, con las coincidencias… Con todo. La vida es la que hace que olvidemos las cosas realmente importantes en un momento concreto de nuestro camino. La vida es la que me hace olviadarlas por la jodida distancia que nos separa: unos 97, 440, o los kilómetros que sean: están lejos y punto. Y a la vez, me pone delante, alado, a 7 minutos a paso rápido, otras que quiere recibir una atención integra, pero que para lo único que sirven es para equivocarme porque mi vida muchas veces no esta inmediatamente alado mía. Pero es que yo eso aún no lo sabía.
¿Y mi atención íntegra para cuando?
A cuantas personas les pasará esto: darle a algo la importancia que no merece, salir escaldado de una relación del tipo que sea, equivocarse al actuar con alguien que quieren… mil cosas que solo la vida nos enseña a controlar. La experiencia. La experiencia de los errores, la actividad de madurar y darnos cuenta de que no, que con dieciséis años no sabes una mierda sobre nada, aprender que las piedras están para tropezarse y que la mayoría son muy parecidas. Que los pensamientos están para cambiarlos y aprender a permanecer a la espera de cualquier cosa; que nunca digas nunca y que nada es para siempre.
La vida también nos hace ver pasar a la gente y saber que, hasta que no escuece tanto para provocar el llanto, no cicatriza del todo.
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